Últimamente estoy viendo en la consulta -con
cierta preocupación- a deportistas que están al límite del Trastorno de la
Conducta Alimentaria. Empiezan haciendo algunos cambios en sus dietas que les
llevan a perder peso, se van encontrando mejor y poco a poco su dieta se vuelve
más restrictiva, van excluyendo grandes grupos de alimentos y su vida social se
hace poco a poco más difícil. Lo que empezó siendo un cambio positivo termina en
una verdadera obsesión que afecta a su vida, a su rendimiento y lo que es peor,
a su salud. Me gustaría que aquellos que estén al inicio de esta situación, o
que lleven ya un tiempo demasiado pendientes de su dieta, se hagan cosncientes
de lo que les ocurre y tomen medidas si hace falta. Por eso he creido
conveniente reproducir aquí un artículo que publiqué hace un tiempo en la
revista Runner´s World.
Muchos corredores, en algún momento de su
aventura deportiva, empiezan a hacer cambios en su alimentación con el objetivo
no sólo de mejorar su salud, sino también de optimizar su rendimiento deportivo.
Como el running de larga distancia está asociado a cuerpos muy delgados y
fibrosos, es frecuente que muchos deportistas en algún momento se planteen
enfrentarse a algún tipo de dieta para perder algo de grasa o kilos de más.
Cuando esto se hace con cabeza, con ayuda profesional y siguiendo una dieta
adecuada -que cubra las necesidades nutricionales del corredor y que permita
seguir con la práctica deportiva- no tiene por qué haber ningún problema; pero
cuando se empiezan a hacer manipulaciones dietéticas sin sentido, se excluyen
grandes grupos de alimentos y el peso y la comida pasan a ser una obsesión,
puedes caer, casi sin darte cuenta, en lo que los expertos llaman técnicamente
“Trastornos de la Conducta Alimentaria no Especificada”, aunque yo prefiero
referirme a ellos de forma más coloquial como “Alimentación Desordenada” (del
inglés Disordered Eating), que hay que distinguir de los Trastornos de
la Conducta Alimentaria (en inglés Eating Disorders).
En los trastornos de la conducta
alimentaria la ingesta de alimentos se manipula para hacer frente a otros
problemas subyacentes como la depresión, la baja autoestima, la ansiedad o la
sensación de falta de control. Las formas más comunes, como la anorexia o la
bulimia, son enfermedades psiquiátricas graves con consecuencias físicas muy
importantes, que pueden llegar a ser fatales. La alimentación desordenada, sin
embargo, hace referencia a comportamientos anómalos menos severos y no tan
llamativos, como puede ser eliminar grupos de alimentos de la dieta, sustituir
ciertas comidas por barritas energéticas o bebidas con cafeína o hacer unos
kilómetros extra como “castigo” por haber tomado una hamburguesa el día
anterior. A menudo el régimen incluye la práctica compulsiva de actividad
física.
Entre un 2-3% de las mujeres deportistas
tienen diagnosticado algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria (que son
cifras similares a las de la población general), pero los hombres que compiten
en deportes donde la forma física y el peso son importantes, como es el caso de
los corredores de fondo, el riesgo es muy superior al de la población general.
Ciertos rasgos favorables para un deportista, como pueden ser el perfeccionismo,
la compulsión, las auto-motivación, las altas expectativas y el espíritu
competitivo, pueden llevar a formas de conducta y pensamiento extremistas, que
pueden desembocar en trastornos en los patrones de alimentación. No hay nada de
malo en plantearse cierta pérdida de peso para ser más rápidos, pero para
algunos corredores la báscula y la pérdida de kilos se convierten en una
adicción. La línea que separa una saludable pérdida de peso de una peligrosa y
obsesiva es muy fina; y mucha gente cruza habitualmente esa línea.
La mayoría de nosotros tenemos nuestras
listas de alimentos buenos y alimentos malos, pero cuando nuestras decisiones se
basan en alimentos que “NO HAY QUE COMER”, y la lista cada vez se hace mayor,
puede ser un signo de que estamos iniciando un patrón de alimentación
desordenada. Muchos empiezan a eliminar cualquier alimento que no sea bajo en
grasa, que esté frito o que lleve azúcar. Sólo toman alimentos biológicos u
orgánicos, huyendo de todo lo procesado. Y empiezan a evitar cualquier evento
social que incluya una comida porque desconocen la procedencia y el tipo de
alimentos que se van a servir.
Está claro que no todos los casos de
alimentación desordenada terminan en un trastorno de la conducta alimentaria,
pero casi todos los trastornos de la conducta alimentaria comienzan con una
alimentación desordenada, por lo que puede ser un terreno peligroso para los
corredores, sobre todo para aquellos que están pasando por una época
emocionalmente vulnerable o especialmente estresante. Manipular conscientemente
lo que uno come y alcanzar un peso objetivo puede dar una sensación de control y
de logro de objetivos, especialmente cuando no se están alcanzando los
resultados esperados en los entrenamientos y carreras.
Es obvio que la alimentación tiene una
importancia vital en el mundo deportivo, no solo para cubrir las necesidades de
energía y nutrientes, sino también como una herramienta muy eficaz para mejorar
el rendimiento. Sin embargo, muchos deportistas obtienen información nutricional
de fuentes no siempre fiables (amigos, entrenadores, medios de comunicación) y
pueden recibir mensajes poco recomendables. Deportes como el medio fondo y el
fondo, o el ciclismo, en los que se exige una gran resistencia física y un
cuerpo delgado para rendir al máximo, son considerados deportes de riesgo para
el desarrollo de un trastorno en la alimentación. Si el deportista cuenta con el
asesoramiento nutricional y profesional adecuado, el peso no tiene por qué
suponer ningún problema, pero si no cuenta con dicho apoyo, puede convertirse en
un gran conflicto que le lleve a iniciar medidas drásticas y poco
saludables.
No hay que olvidar que los corredores, y
especialmente los de largas distancia, tienen unas demandas de energía y de
nutrientes mucho mayores que los de una persona sedentaria. El corredor cuando
entrena a una intensidad moderada puede utilizar sus reservas de grasa como
fuente de energía, pero cuando supera cierto umbral (como en las series o en una
competición donde la velocidad puede llegar a ser muy alta) es el glucógeno
(hidrato de carbono almacenado en sus músculos e hígado) su fuente de energía
principal. Por ello, las dietas bajas en carbohidratos están totalmente
desaconsejadas en los corredores. Cuando las reservas de glucógeno están muy
bajas y el ejercicio supera una cierta intensidad, el cuerpo se ve obligado a
tirar de proteínas para obtener energía, comprometiéndose así la fuerza y
recuperación muscular. Ciertos nutrientes como el zinc, la vitamina B6, o las
vitaminas A y E, fundamentales para el sistema inmune y los huesos, son muy
abundantes en la carne, los lácteos, o los frutos secos, que son alimentos
considerados prohibidos por aquellos con fobias a las grasas. Así,
seguir una alimentación desordenada por un tiempo prolongado puede salir
muy caro, dando lugar a la aparición de anemia,
pérdida de fuerza muscular, bajada en el
rendimiento, peor coordinación, aumento en el
riesgo de lesiones (incluidas las fracturas por sobrecarga),
prolongación del tiempo de recuperación después de
entrenamientos intensos y competiciones, ansiedad y problemas de fertilidad,
entre otros. Pero la consecuencia más preocupante es que todo esto
derive en un profundo trastorno de la alimentación, como la
anorexia o la bulimia.
Si crees que debes perder algún kilo, por
cuestiones de salud, estéticas o para mejorar tu rendimiento deportivo, lo
primero que debes hacer es establecer un objetivo realista y alcanzable en
función de tu constitución, evitando las comparaciones y las tablas
estandarizadas. Tú eres único y lo que vale para otros no tiene por qué ser lo
mejor para ti. Infórmate bien de lo que debes y no debes hacer y, si no estás
seguro, busca ayuda profesional. Un nutricionista, un médico deportivo o un
especialista en nutrición te podrán guiar en el proceso. Evita cualquier método
drástico que se base en la eliminación de grandes grupos de alimentos, pues a la
larga puedes sufrir déficits nutricionales. Y si sientes que ya has cruzado la
raya y que el tema se te escapa de las manos, busca inmediatamente ayuda
profesional. En ADANER (adaner.org), por ejemplo, podrás encontrar a
un grupo de profesionales especializados en los trastornos de la conducta
alimentaria que te ofrecerán la ayuda que necesitas.
Y para terminar, como especialista en
nutrición deportiva y corredora popular, os doy mi particular visión sobre el
tema. En los últimos años hemos sido testigos de un aumento espectacular de la
afición por el running y las carreras populares. Las calles y los parques están
plagadas de gente que sale no solo a correr, sino a entrenar. Ya no se trata de
salir a trotar un rato y hacer un poco de ejercicio. El corredor popular se
prepara para completar su calendario de competiciones y lograr sus objetivos,
tanto de distancia como de tiempo. Y eso tiene aspectos muy positivos: la gente
pasa de un estilo de vida sedentario a practicar deporte; y la actividad
deportiva le lleva a vigilar más su salud y a interesarse por una nutrición
equilibrada que, además, le ayude a mejorar su rendimiento. Pero creo que no
debemos perder el foco y el objetivo que nos empuja a correr (y digo “nos”
porque yo también me he “convertido” en corredora) que es DISFRUTAR de nuestro
hobbie mientras ganamos en salud. Cuando esa sensación de libertad, de fuerza,
de poder conseguir cualquier cosa que nos propongamos, da paso a la ansiedad o a
la insatisfacción porque no hemos logrado nuestro objetivo, es que hemos cruzado
la raya. Y creo que esto vale tanto para el entrenamiento, como para la dieta y
el peso. Somos corredores populares, no lo olvidemos. Los corredores
profesionales viven de las carreras y tienen unas cualidades físicas únicas que
les permiten hacer las marcas que hacen. Es su trabajo. Normalmente son gente
constitucionalmente muy delgada y fibrosa, con porcentajes de grasa corporal
bajísimos y con una cualidades para el deporte excepcionales. Pero la mayoría de
los mortales no somos así y obsesionarse por alcanzar un ideal físico, aunque el
objetivo sea un mejor rendimiento deportivo, no traerá más que problemas. Muchos
empiezan a correr para liberar tensiones, para descargar adrenalina, para
compensar el estrés de la vida diaria, y poco a poco, ese estrés y esa
autoexigencia se trasladan al hobbie. ¿No es un sinsentido? Yo creo que debemos
hacernos constantemente estas preguntas: “¿Para qué estoy haciendo lo que hago?”
“¿Qué me aporta esta actividad?” Si las respuestas están muy lejos de “porque me
siento bien”, “porque mi vida es mejor así”, “porque disfruto haciéndolo”,
quizás tenemos que plantearnos que hemos cruzado la delgada línea que separa el
esfuerzo razonable de la obsesión. A veces es difícil encontrar el punto medio,
pero como ya dijo Aristóteles “en el punto medio está la virtud”.
FUENTE, www.anamadrononutricion.com
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